jueves, 19 de junio de 2008

Tánger se ha vuelto a morir

José Luis Serrano

Tánger se ha vuelto a morir


Universidad de Granada


Opinión de Granada


20/6/08


Al atardecer, el escritor Mohamed Chukri nos recibió en un restaurante. Se sentaba a escribir en una mesa lateral junto a la ventana y había mandado decorar el local con las fotos de su vida. Escribía en hojas sueltas de cuaderno escolar, con una caligrafía menuda de renglones torcidos, casi circulares. Tenía la cabellera rizada y gris, un bigote grande y sincero, y sus ojos negros y tristes revelaban la serenidad del que ha leído mucho. Vestía una chaqueta excesiva para octubre en ciudad de mar, llevaba la camisa abierta hasta el pecho, y no desatendió la escritura para ver quién había llegado. Después de abrazarlo, Mustafá Akalay me presentó como un escritor granadino. Chukri me examinó desde el fondo de sus ojos, y sus párpados no cambiaron el gesto de la pena. "Entonces usted es de la tierra de Federico García -me dijo-. Siéntese aquí y hágame el honor de tomar una copa de vino". Contó que él ya no bebía, sólo un poco de coñac por la mañana para frenar el temblor de alcohólico irredento que tenía en las manos. Nos contó que los fundamentalistas lo habían amenazado de muerte por hablar de las putas de Tánger, nos dijo que Paul Bowles se había muerto sin pagarle los derechos de autor que le correspondían, nos habló del espíritu de los rifeños, y de Juan de la Cruz. Nos explicó porqué sus renglones eran torcidos: en su juventud, aprendió a escribir sobre los papeles de estraza de las churrerías de Tetuán. Para hacerlo tenía que rodear los manchones de aceite y ahora, tantos años después, seguía escribiendo como si en el centro de su discurso quedara pringue de churros.



Parecía vencido, Tánger también parece una ciudad vencida. A mediados del siglo anterior, con la pérdida del estatuto internacional y la independencia del estado de Marruecos, la ciudad cayó en un abandono del que ya no la puede rescatar ni siquiera el talante resuelto y viajero de sus gentes. Desde su independencia, el estado marroquí no sólo se negó a mantener abiertas las puertas de Tánger, sino que hizo clausurar el puerto franco, y levantó la exención tributaria con la intención de centralizar los poderes. La dispendiosa ciudad de los cabarets y las sombrererías terminó sumida en el fracaso. El estado marroquí parece empeñado todavía en arrebatarle la condición mundana, alegre y moderna, y bien asentada en el mundo del Estrecho que siempre tuvo. Ahora la ruina va devorando los edificios, y la pasión unificadora de todo estado, con su dique infranqueable de funcionarios, se ha impuesto sobre una historia milenaria de puerto y almacén, de comercio y bulevar. El Boulevard Pasteur ya no es el de antes, el de los tiempos en que los hindúes cenicientos vendían relojes y grabadoras, llaveros y baterías alcalinas. Se han ido, y los bazares están desprovistos, los géneros desfasados, y los mostradores polvorientos. Las librerías que dieron tanto nombre a la ciudad se han transformado en quioscos de prensa y chucherías, tebeos en inglés de los héroes Marvel y del Capitán América, y administraciones de loterías con boletos de dibujos simples. Los tangerinos están sentados en los veladores, sin café ni refrescos, sin prisas ni quehaceres, en el mismo lugar en el que se colocaron el día de la pérdida del estatuto internacional y del comienzo de la huida masiva de los capitales a la Costa del Sol. El mundo se está unificando por el lado malo, porque los adolescentes visten chandal de pantalón ancho y gorra con la visera hacia atrás como si estuvieran en Brooklyn en lugar de en Babilonia. Los más viejos todavía conservan en la mirada el brillo de la esperanza, pero en el fondo de sus corazones parecen satisfechos de haberse quedado allí dedicados a la narración de otros tiempos. Todos miran hacia las costas andaluzas. Las terrazas y las sillas están orientadas al norte. Nadie mira hacia dentro de Tánger, porque todos creen que eso es mirar hacia atrás en el tiempo.



Todo esto comenzó a suceder por los años en que Mohamed Chukri nació, pero no por ello su muerte es menos relevante. Con Chukri, este otoño, Tánger se ha vuelto a morir.


JOSÉ LUIS SERRANO
1960
Es jurista, ambientalista y filósofo. Trabaja como profesor titular en la Universidad de Granada. Tiene numerosas publicaciones en géneros científicos y, aunque escribe desde que tiene memoria, Al amparo de la ginebra es su primera obra literaria publicada. Autor de Febrero todavía (Planeta, 2001).

El pueblo Judío es una Invención


El historiador israelí Shlomo Sand

"EL PUEBLO JUDÍO ES UNA INVENCIÓN"



El historiador israelí Shlomo Sand c
uestiona varios de los mitos oficiales del sionismo en su libro Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío


Eugenio García Gascón


Shlomo Sand,

profesor de Historia de Europa en la Universidad de Tel Aviv, acaba de publicar

"Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío"

, donde cuestiona algunos principios de la historia sionista oficial.




El libro se ha mantenido cuatro semanas en la lista de los más vendidos en Israel, algo que Sand no acaba de entender.


A cambio ha tenido pagar el peaje de recibir anónimos donde se le amenaza e insulta, llamándole kelev natzi masriaj (perro nazi apestoso) y otras lindezas. Sin embargo, no parece muy preocupado. El libro contiene dos tesis que en el pasado tuvieron cierto predicamento, también entre historiadores sionistas, pero que hoy han sido archivadas: que los actuales judíos provienen de pueblos paganos que se convirtieron al judaísmo lejos de Palestina, y por lo tanto no descienden de los antiguos judíos, y que los palestinos árabes son los únicos descendientes de los antiguos judíos.

Decir que el pueblo judío es una invención del siglo XIX parece una provocación.
A finales del XVIII y principios del XIX surgió el nacionalismo, y en la segunda parte del XIX se cimentó la idea del nacionalismo judío. Los franceses sabían que su pueblo existía desde los galos, los alemanes sabían que su pueblo existía desde los teutones, y los judíos empezaron a pensar que eran un pueblo desde el segundo Templo.

Y en su opinión eso no es correcto.


Sostengo que eso es una "invención", de la misma manera que no creo que hubiera un pueblo francés hace 250 años. La mayoría que vivía en el reino francés no sabían que eran franceses, incluso no lo sabían en la primera mitad del siglo XIX.
Sin embargo, los judíos siempre han tenido una identidad.
No creo que haya habido un pueblo judío hasta recientemente. Incluso le diré que ni siquiera pienso que hoy haya un pueblo judío.

¿Por qué?


La Biblia no es un libro histórico, es un libro de teología. Fueron los protestantes, y luego los judíos, los que convirtieron la Biblia en un libro de historia.

¿El pueblo judío es una invención cristiana?


Así es. Pongamos por ejemplo el supuesto exilio judío. El exilio nunca existió. Cuando los romanos destruyeron el Templo en el año 70 de la era cristiana, no expulsaron a los judíos por la fuerza. Los romanos nunca exiliaron a pueblos, algo que sí hicieron los asirios y los babilonios con algunas elites.

¿Cuándo empezó entonces esa versión de la historia?


La historia sionista tomó un mito cristiano del mártir Justino, que fue el primero que dijo, en el siglo III, que Dios había castigado a los judíos con el exilio porque no aceptaron a Jesús. Esa es la primera vez que afirma que los judíos fueron deportados.

Entonces, no hubo deportación...


Es cierto que los romanos no permitieron a los judíos que vivieran en Jerusalén, pero los cristianos crearon la fantasía de que no se les permitió vivir en toda Judea. La raíz del mito del exilio judío es cristiana. Nunca hubo exilio. No hay ningún libro científico que lo diga. En los billetes de 50 shekels se dice que Tito deportó a los judíos, pero es un mito.
Esto va en contra de lo que se dice comúnmente.
Así es, aunque ahora hay historiadores que dicen "Bueno, no hubo exilio pero sí que hubo emigración". Lo cierto es que como los griegos y los fenicios, los judíos viajaron por el Mediterráneo...

¿Acaso no es cierto? En España ya había judíos en aquella época.


Antes de Jesucristo había en Palestina entre medio millón y un millón de judíos. La inmensa mayoría, un noventa por ciento, o quizás un noventa y cinco por ciento, eran campesinos. Los judíos no eran como los fenicios o los griegos, no viajaban tanto como ellos por el mar. La proporción de los que salieron es infinitamente muy pequeña.

¿Incluso después de la destrucción del Templo en el año 70?


Incluso entonces. Lo que ocurrió antes del 70, en el periodo que va de los Macabeos a Adriano, es que el judaísmo comenzó a dispersarse. Atención, el judaísmo fue el que se dispersó, no los judíos. Es cierto que salieron comerciantes y soldados que llevaron consigo la idea monoteísta, pero no fueron muchos. Los Macabeos conquistaron Edom y obligaron por la fuerza a sus habitantes a convertirse al judaísmo. Lo mismo ocurrió en Galilea. Desde el siglo II antes de Cristo hasta el siglo II después de Cristo, el judaísmo fue el primer monoteísmo proselitista.

¿Ocurrió lo mismo en la diáspora?


En el Mediterráneo, a finales del siglo I después de Cristo había cuatro millones de creyentes judíos. Es en ese periodo proselitista cuando el judaísmo se proyecta en el Mediterráneo.

¿Quiere decir que la mayoría de los judíos del Mediterráneo no venían de Palestina?


Efectivamente, la inmensa mayoría no venían de Palestina. Eran conversos. Desde la época de Adriano, en el siglo II, se experimentó una caída drástica del número de judíos porque muchos se convirtieron al cristianismo. De cuatro millones de creyentes judíos se bajó a un millón.

¿Se convirtieron al cristianismo?


Y lo que voy a decir ahora está relacionado con España. A principios del siglo IV se produce la victoria del cristianismo con Constantino y decrece el número de judíos. El judaísmo prevalece sobre todo en Palestina, en Babilonia y en el norte de África. En el norte de África, en el siglo VII, cuando llega el islam, quienes luchan contra el islam son los judíos. Hay una reina judía bereber, Dahia Kahina, que luchó contra los musulmanes. El historiador árabe Ibn Jaldun menciona que en la zona había tribus judías muy populosas. La reina Kahina murió luchando contra los musulmanes en 694. Tariq ibn Ziyad, el conquistador de España en 711, era bereber. Hay muchos testimonios cristianos antiguos que dicen que los conquistadores eran judíos y musulmanes. Muchos judíos se sumaron al ejército musulmán porque padecieron mucho durante los reinos visigodos.

¿Sólo entonces entran los judíos en España de forma masiva?


Me he preguntado a menudo por qué había tantos judíos en España y no en Francia o Italia, por qué había tantos judíos en el lugar geográficamente más alejado de Palestina. Es obvio que hubo algunos soldados y comerciantes que se convirtieron, como en Francia o Italia. Pero, ¿por qué de repente hay tantos judíos en España? Creo que la respuesta se ha de buscar en la conquista bereber de judíos y musulmanes. El conquistador Tariq ibn Ziyad pertenecía a la tribu Nafusa, la misma tribu de la reina Kahina. Si en 711 Tariq ocupó un puesto tan destacado, es muy posible que en 694 fuera un soldado en el ejército judío de Kahina. No puede ser de otra manera. Con gran seguridad Tariq era un judío que se convirtió al islam. Si se leen los testimonios antiguos, se ve que los cristianos acusan conjuntamente a los musulmanes y a los judíos de la conquista de España. Creo que es por eso por lo que el número de judíos en España es tan superior al número de judíos en Francia o Italia.

Entonces, ¿la mayoría de los judíos españoles provenían de los judíos bereberes


conversos?

En efecto. Pondré otro ejemplo, el de los judíos de Yemen. También hubo un reino judío en Yemen durante 120 años, a finales del siglo V y principios del VI, una tribu que se había convertido al judaísmo.



Usted menciona también el reino de los jázaros, un pueblo originario de Asia central, que se convirtió al judaísmo.


Con los jázaros ocurre exactamente lo mismo: es el judaísmo, y no los judíos, el que se expande. La masa demográfica más numerosa es la de los jázaros. Es curioso que el sionismo reconoce la importancia de los jázaros hasta 1967, y después deja de ser una tesis legítima.

¿De los jázaros provienen los judíos ashkenazis de Europa?


Así es. Los mongoles expulsaron a los jázaros hacia Europa. No puede ser que los judíos de Polonia vengan de Alemania, porque en Alemania, en los siglos XII y XIII, apenas había unos cientos de judíos, y de ahí no se puede pasar de la noche a la mañana a tres millones de judíos en Polonia, es sencillamente imposible. Los judíos de Polonia, y de otros países de Europa oriental, sólo pueden venir de los jázaros. Todavía en 1961 hay un prestigioso historiador israelí que afirma que los jázaros son los antepasados de los judíos de Europa oriental. Entonces aún se aceptaba que no provenían de Alemania.

Su teoría es que la inmensa mayoría de los judíos de hoy no provienen de Palestina sino de otros pueblos que se convirtieron al judaísmo.


Así es. Pero hay otra cuestión importante: Si no hubo exilio en Palestina, si los romanos no expulsaron a los judíos, ¿qué les ocurrió a los judíos de Palestina? Hay muchos historiadores israelíes, incluidos Yitzhak ben Zvi, el segundo presidente de Israel, o David ben Gurion, que hasta 1929 afirman que los palestinos árabes son los verdaderos descendientes de los judíos. Esta tesis que sostuvieron los mayores sionistas se murió en 1929. Todavía en 1918 Ben Zvi y Ben Gurion escribieron juntos un libro donde se afirma que los palestinos son los auténticos descendientes de los judíos. Sin embargo, decir esto hoy es causa de escándalo.

El sionismo no lo acepta.


Es necesario comprender que hay dos versiones del nacionalismo, una del río Rin hacia Occidente y otra del Rin hacia Oriente. En todas partes se inicia el nacionalismo como un fenómeno racista etnocéntrico, pero en Occidente deriva hacia un movimiento político civil. En cambio, al Oriente del Rin prevalece su carácter etnocéntrico. En las dos partes hay racismo. En Francia, si tienes la nacionalidad francesa eres francés, gracias a los valores republicanos. Pero en Alemania, incluso aunque tengas la nacionalidad no eres necesariamente alemán. En Polonia, desde 1919, si no eres católico no eres polaco. El sionismo nació entre Alemania y Polonia y por eso recibió una forma medio alemana y medio polaca.

Pero un judío es el hijo de una madre judía.

Sí según la ley religiosa, pero para el sionismo el judaísmo es pueblo y nación. No se puede entrar pero tampoco se puede salir. Sólo se puede entrar si te conviertes religiosamente. El sionismo no era religioso pero utilizó la religión porque no disponía de otros instrumentos para delimitar el judaísmo. Mi tesis es que el sionismo asumió los componentes etno-religiosos de los polacos y etno-biológicos de los alemanes y creó una especie de nacionalismo cerrado, que no es político ni civil como fueron los nacionalismos occidentales.
¿Y cuál es su pronóstico de cara al futuro?
Al día de hoy el sionismo conserva su carácter etnoreligioso y creo que eso destruirá el Estado de Israel.

¿Por qué?


El Estado de Israel dice que es el Estado del pueblo judío y que es un Estado democrático y judío, y eso es un oxímoron, una contradicción. Un Estado democrático pertenece a todos sus ciudadanos. Una cuarta parte de los ciudadanos de Israel no son judíos, pero el Estado dice que pertenece sólo a los judíos. Hay leyes que dicen que el Estado es judío, y que el Estado no está abierto a los demás. El sionismo no reconoce a los "israelíes" no judíos y esto no puede continuar. Incluso si Israel sale de los territorios ocupados no habrá calma. Los árabes están viviendo en un Estado que dice que no es de ellos, en cuyo himno nacional se habla del "espíritu judío". ¿Cuánto tiempo puede durar esta situación?


Fuente: http://www.publico.es/121692/el/pueblo/judio/invencion


lunes, 16 de junio de 2008

EL MISTERIO DE TANGER, JUAN GOYTISOLO

El misterio de Tánger


Juan Goytisolo es escritor.


EL PAÍS Opinión - 30-08-2003


Recuerdo que en un manual de conversación castellano-árabe vulgar de Marruecos impreso hace más de un siglo, obra del "joven de lenguas" del consulado español en Tánger Francisco Ruiz Orsatti, tropecé con una frase que retuvo mi atención: "Las casas de los árabes son muy misteriosas". ¿Misteriosas?, dije al punto entre mí, ¿para quién? No, en cualquier caso, para quienes nacen y viven en ellas o conocen su disposición interna. El presunto misterio, proseguí en mis adentros, ¿no sería más bien un fantasma de quienes las contemplan sin cruzar nunca el umbral de sus puertas?


Había olvidado del todo la anécdota cuando, desde el inicio de mi estancia veraniega en la ciudad del Estrecho, vi al azar de los vagabundeos una serie de carteles anunciadores de una exposición titulada Tánger, la mystérieuse, y la pregunta que me hice hace treinta años me la formulé de nuevo. Pero mi respuesta de hoy es menos concluyente y precisa. Los años no corren en vano.


El "misterio" de Tánger ha atraído en los dos últimos siglos la mirada curiosa y ávida de una pléyade de pintores, novelistas, cineastas y poetas venidos de diferentes regiones del planeta, y ha enriquecido su pincel y su pluma, imantando la brújula de su imaginación. La Medina -

con sus recovecos y entresijos-, la Alcazaba, zocos, bazares, fondas y alcaicerías componen, a unos pocos kilómetros de Europa a vista de pájaro, un mundo abigarrado y exótico a cuyo brillo acudieron como encandiladas falenas. Grandes obras de la pintura y las letras nacieron de esa fascinación: la que ejercía España en los viajeros románticos franceses e ingleses, y

Tánger en una amplia gama de forasteros, desde los pintores africanistas hasta los poetas de la generación beat. Condenarles por ello, tras la oportuna desmitificación del orientalismo por Edward Said, sería con todo injusto en la medida en que la visión procurada por lo ajeno es un elemento fundamental en la historia de las culturas.


La iluminación súbita de la visión explica el hecho de que los extranjeros aprehendan y aprecien el valor de lo que los nativos no ven, sino que reconocen en cuanto a decorado o paisaje integrante de sus vidas. La rutina empaña o vela la nitidez de la mirada. No vemos el encuadre natural que nos enmarca: forma parte de nuestra existencia y el extraño lo capta

mejor que nosotros. Pero su falta de conocimiento puede volverse contra él y, en el caso del escritor, inducirle a caer en errores interpretativos a veces hilarantes. Tengo un rico anecdotario al respecto, pero dejo su solaz para mejor ocasión.


Algunos escritores y artistas quedan atrapados para siempre en el exotismo y el cultivo reiterado de sus componentes y rasgos. Otros combinan la novedad aún no marchita de la visión y su creciente familiaridad con el entorno diario. El punto de equilibrio entre la singularidad de aquélla y la precisión del conocimiento es aleatorio y difícil de lograr. Ver la sociedad desde fuera y desde dentro, como un indígena y como un forastero, requiere


sagacidad y cautela. La intersección de ambos factores tiene unos límites fijados por la temporalidad.


¿Cómo y cuándo se diluye y apaga la visión y dejamos de ver, por consabido, cuanto nos rodea? El lapso es mudable y depende de la subjetividad de cada individuo. Muchos escritores y artistas fascinados por Tánger no salieron nunca de su fascinación y la convirtieron en un estereotipo. Otros la desmitificaron y la fuerza de su sugestión decayó para siempre. Los americanos famosos que visitaron Tánger hace medio siglo, con la solitaria excepción de Paul Bowles, se fueron a otros pagos en busca de inspiraciones nuevas: las huellas que dejaron en la ciudad se reducen a un puñado de fotografías.


Los escritores españoles de mi edad, criados en la época del Estatuto Internacional, se enfrentaron a una realidad muy distinta. La ciudad no les resultaba misteriosa ni exótica: vivían en un auténtico crisol de culturas y lenguas cuyas voces trataron de registrar (pienso en la bellísima novela de Ángel Vázquez La vida perra de Juanita Narboni). Algunos, con una astucia en los antípodas del candor de los orientalistas, recrearon, desde el conocimiento, la frescura de la visión: pintaron casas, paisajes, calles, personas, como si los vieran por primera vez. Otros abandonaron un Tánger marroquí que se les deshacía entre las manos y se refugiaron en la nostalgia de forma definitiva. El sueño roto reemplazó al misterio. Su exilio fue -quería ser- un adiós al paraíso inventado y perdido.


Yo no conocí este pasado supuestamente glorioso. A partir de una cita de Genet en Diario del ladrón -mientras el mendigo y chapero avista la ciudad desde la Península-, me situé en la posición inversa y mezclé la visión romántica del forastero con una labor minuciosa, de orden empírico: el aprendizaje del idioma y la domesticación del espacio urbano de Tánger. Guiado por mi instinto de "inveterado rompesuelas", recorrí a diario, como un agrimensor, el dédalo de la Medina; tracé y corregí sus planos; transcribí el rótulo de las callejas y los nombres de las pensiones, comercios y cafetines. Como dice Julián Ríos acerca de la reconstitución de Dublín en las páginas del Ulises de Joyce, me esforcé también, a mi manera, en transformar "la topografía en tipografía".


Cuando años más tarde trabé amistad con Mohamed Chukri, no me sorprendió su crítica radical de los orientalistas de todo tipo seducidos por el exotismo y misterio de Tánger. El abandono familiar, el hambre y el analfabetismo no encierran enigma alguno. El novelista los sufrió, reaccionó frente a ellos y alcanzó a vencerlos en un combate en el que perdió muchas


plumas. Por eso, El pan desnudo o, mejor dicho, a secas, me parece una obra ejemplar. La vida de los protegidos con el caparazón inexpugnable de la riqueza -villas de El Monte, complejos turísticos de la bahía o cabo Espartel- no tiene nada que ver con la orfandad, el paro, la miseria, los mil y un oficios malabaristas de una buena parte de la población. Chukri los retrató sin sentimentalismo ni complacencia. En un trayecto contrario al de los orientalistas, la cotidianidad de los desfavorecidos le sirvió de materia prima para forjar su visión.


El forastero que hoy recorre el centro urbano y callejea por la Medina, inmerso en la marea de tangerinos e inmigrantes venidos de toda Europa, no advierte grandes cambios desde la última visita: los mismos Transbordadores blancos, esbeltos desde la lejanía, que cargan y descargan millares de pasajeros y vehículos en permanente zigzag entre la ciudad y Algeciras; idénticas aceras agujereadas y rotas; el alquitranado de las calles plagado de abolladuras y baches; los contenedores malolientes repletos de desechos en los que hurgan los desamparados venidos del campo o los guetos de la periferia; los solares transformados en vertederos y hasta una vieja pintada en español -"Tú puedes ayudarnos a guardar Tánger limpia"-, junto a la que se amontonan irónicamente toda clase de basuras y detritos. La prodigiosa energía de la ciudad, sus desigualdades brutales, la presencia furtiva de subsaharianos a la espera de dar el salto a veces mortal a la otra orilla, los niños que merodean por los alrededores del puerto con la esperanza de colarse en los camiones, la sonrisa de quienes serían felices con poco y ese poco se les niega, se entreveran con imágenes de incontables terrazas de café ocupadas por hombres ociosos, de un tráfico intenso y ruidoso, de una creciente uniformidad de las prendas de vestir masculinas en las que la moda europea, por no decir norteamericana, barre todo exotismo. Chilabas y feces son casi un recuerdo. Las muchachas vestidas audazmente a la caribeña son una minoría frente a las que llevan blusa y pantalón sastre y se cubren los cabellos con el pañuelo característico de las rigoristas.


Y sin embargo, ¡y ahí está el milagro!, el atractivo y originalidad de Tánger no sucumben ante tanto contraste y desidia. La luminosidad del aire, la superposición de planos blancos de la Medina vista de la playa o abarcada desde la Alcazaba, el panorama grandioso del café de la Jafita, conservan toda su fuerza impregnadora y única. Mientras los detalles y vistas parciales

denuncian suciedad y abandono (basta dar una ojeada al terreno municipal que se extiende al pie del concurrido Mirador de los Perezosos), el conjunto es magnífico: una paradoja que roza el prodigio. Será éste, me digo, el auténtico misterio de Tánger que avala la leyenda de los carteles de la actual exposición orientalista.


© El País S.L. Prisacom S.A.