jueves, 5 de febrero de 2009

¿ESTO ES UN CUENTO?

¿ESTO ES UN CUENTO?
César Verduguez Gómez
Bolivia
En medio de los nubarrones de los inicios de la segunda mitad del siglo XX caminaba un niño (entiéndase por toda una tanda de generaciones de las décadas siguientes) por las calles de la incertidumbre de tantísimas ciudades cuyos nombres se entremezclan en mi memoria. Comenzaba a recorrer por las arterias de su realidad presente, además de recular a través de las aulas para degustar su pasado, y sentir los sabores de la sociedad y sus complejas relaciones dentro de las fronteras de su país como de las internacionales que, una vez desarrollada su humanidad, pasaba a convertirse en historia de su existencia. Dotado ya de un conocimiento, de un grado de observación y análisis, y después de algunas consideraciones, llegaba a ciertas conclusiones de los hechos de los que fue testigo. He aquí su testimonio:
El pasado, en la existencia del mundo, tiene su retorno constante, que en la vida de los hombres se hace patente en sus recuerdos. Cuando éramos niños, adolescentes, jóvenes, al ver aquellas películas, en los cines del barrio, que mostraban, en tres funciones diarias, el genocidio en contra de los judíos: “ La Lista de Schindler”, “Auschwitz” “Holocausto”, y la conmovedora “ La Vida es Bella”, por nombrar algunos de los títulos que nos vienen a la memoria, y “El diario de Ana Frank”, que lo leímos en libro, sentíamos un dolor enorme en nuestros corazones que se derramaba en noches lacrimales. ¿Cómo podían esos engendros del mal, llamados nazis, hacer semejantes barbaridades contra hombres, mujeres, niños y ancianos? Nuestros pensamientos y nuestras bocas se llenaban de mil maldiciones dirigidas contra esos monstruos. Nuestras oraciones mordían a las huestes uniformadas de la Gestapo. Y condenábamos a los Hitler, Goebels, Mengele, Eichmann, Himmler el Carnicero de Lyón, Klaus Barbie y tantos otros enormes y abominables criaturas de la violencia, del crimen, del genocidio, de la matanza, que han apagado la luz de la vida de cientos de miles de seres humanos. ¡Cómo dolía ver en fotografías de periódicos, revistas y en filmes los montones de cadáveres de un pueblo, de una raza perseguida, errante, afligida, sin una patria que los cobijara! Los gobernantes de Alemania tomaban sus acciones como una limpieza étnica antisemita. Era una angustia que subía desde las entrañas viscerales hasta los últimos vericuetos de nuestra mente.
La derrota del eje Alemania, Italia y Japón, dio contento a todas las naciones que condenaron el nazifacismo y sus crímenes de lesa humanidad, y dijimos: ¡Por fin, pueblo judío, acabó la noche y cesó la pesadilla; el horizonte se iluminó con las luces y estrellas del amanecer! Ahora a vivir con dignidad, con el derecho que les asiste de ser humanos, y nos alegró que el judío errante tuviera su espacio, su territorio para poder crecer sin ser perseguido ni echado. Podía ahora practicar sus tradiciones y sus violinistas tocar sobre los tejados. No sabíamos aún de los antecedentes de las luchas territoriales, y nos enteramos que los vencederos de ese entonces, reunidos en una organización mundial, quitándole a otra nación su territorio, se lo entregaban al nuevo Estado de los judíos. Parecía tan justo.
Posteriormente nos enteramos que lo del holocausto (algo de 6 millones de muertos judíos como resultado de la guerra), fue un invento maquiavélico de los mismos judíos dispersos, pero organizados en el resto del mundo. Muchos investigadores constataron que era una mentira o una exageración del tamaño del Everest y Ararat, uno encima del otro, y que esta mentira expandida entre todos los países ingenuos había servido para extorsionar e influirlos a su favor con el objeto de fundar un estado propio en territorio de Palestina, en franca violación al derecho internacional que, en sus principios básicos, establece el derecho de los pueblos el respeto de todas las naciones, de su soberanía y de su independencia, por supuesto sin ocupación territorial de ninguna otra fuerza extranjera. Esa misma mentira ha servido para que la naciente Israel recibiera todo tipo de ayuda, financiera y tecnológica de los países de Occidente.
Hasta aquí nuestra historia todavía andaba sobre rieles galvanizados de esperanzas y primaveras de paz.
Sin embargo, dentro de una solución positiva nace subrepticiamente un germen negativo. Puedo recordar alguna obra, libro o filme de terror o demonológico, espectado o leído hacía marras, en la que del monstruo vencido o del maligno, su espíritu, su esencia malvada y destructiva, se introducía en el cuerpo del vencedor, y con el tiempo fue creciendo, fortaleciéndose hasta convertirse en un vestiglo aterrador. Del mismo modo, aquellos que habían estado en el lado de los martirizados en la 2ª Guerra Mundial, se convirtieron en el ente del mal tan igual o más sanguinario que sus antecesores exterminadores.
Con esta trasmigración clandestina, nefasta y secreta de los nazis, éstos no han desaparecido, no han muerto en la Segunda Guerra Mundial, se han introducido en los cuerpos de los sobrevivientes de los hornos crematorios y de los campos de concentración, los seres más cercanos, más próximos, sus víctimas recientes.
Los judíos con patria, los judíos que gobiernan Israel, se han transfigurado, es decir en ellos ha aflorado el ánima perversa de los nazis y se han transformado ahora en los monstruos del mal, del exterminio étnico, del genocidio, y así como sus antecesores han bombardeado pueblos, como Güernica, su aviación ha destruido incluso una escuela de la ONU , dejando 46 muertos y un centenar de heridos, han invadido territorios ajenos, matando a sangre fría a mujeres, niños, ancianos y hombre indefensos. Dizque en represalia. He aquí que se repite, en espiral, todas esas monstruosidades. Convierten a Gaza en una gigantesca prisión donde se apretujan casi un millón y medio de personas, sujetas a Israel para que deje transitar personas y mercancías. Al igual que sus predecesores hacen una limpieza étnica antipalestina, pintando, disfrazando sus crímenes como si fuera un acto justo de autodefensa. Para esto bloquean, invaden la Franja de Gaza, bombardean con aviones y helicópteros, consiguiendo la destrucción total de cientos de viviendas, dejándolas totalmente inhabitables, y destruyen, masacran a gente indefensa, de la población civil palestina, que son los nacidos o los hijos y nietos de los nacidos en las tierras que ocupa Israel, ciudades, aldeas, campos, que les fueron expropiados sin indemnización ninguna, todas sus propiedades, casas y negocios al crearse el Estado judío. "No hay servicios públicos, ni agua, ni electricidad, ni pan, ni alimentos esenciales. No funcionan los teléfonos, la vida está paralizada; nadie trabaja, faltan medicinas; ¿qué más hace falta para reconocer que hay un desastre humanitario?", es el grito angustiado de un testigo.
Sin duda alguna, entre las capas gobernantes, una ideología racista llamada sionismo se ha cimentado; tiene los genes del nazismo y conlleva además una especie de furiosa venganza justiciera.

¿Dónde está el pueblo sufrido y casi exterminado de Israel? Un conocido nuestro, con razón o sin ella, nos dijo a viva voz: “Ahí está, ¿no se apenaban por lo que los germanos los estaban exterminando? Ahora, están cometiendo tantos crímenes como para aprobar hoy las motivaciones de aquellos planes de exterminio de los judíos en las cámaras de gas. Los nazis sabían lo que estaban haciendo y no los dejaron terminar su obra, condenable pero de urgencia humana”.
¿Es justificable toda esta operación bélica que Israel realiza contra la franja de Gaza? Nada justifica si implica matar a niños, ancianos y mujeres.
¿Que han obrado en defensa propia? Si la ley del Talión obliga al ojo por ojo, entonces no justifica una reacción brutal, descomunal y desproporcionada para vengar los lanzamientos de unos misiles mal dirigidos y de poca capacidad destructiva, ¿Cuántas casas se han destruido y cuántos muertos tiene Israel en la zona vecina a la Franja de Gaza, por causa de los misiles caseros de Hamás? ¿Tres, diez, quince? En tanto que son quinientos, la cifra sigue creciendo, ochocientos, mil quinientos muertos de los palestinos y varios miles de heridos y cientos de casas destruidas que no servirán para pasar el invierno.

Y ahora este relato espeluznante tiene un final muy apropiado, tan impactante y desconcertante como todo cuento clásico de buena factura.
La espantosa operación militar que realiza Israel en contra de la Franja de Gaza es sólo parte de la campaña electoral para las elecciones que ya se avecinan en ese país, donde dos de los artífices de este espeluznante ataque son ministros del gobierno actual y, al mismo tiempo, candidatos oficialistas para el cargo de primer ministro para la siguiente gestión.